martes, 11 de marzo de 2014

Las personas y las letras

Llevaba rato con la hoja de periódico delante, mirando... Totalmente descocentrado, sus ojos no estaban verdaderamente delante de aquel galimatías de letras. Las casillas blancas y negras, se salían del recuadro y volaban por encima del papel, por encima de su cabeza y por encima de sus pensamientos. Volaban disfrazados, en forma de mujer.

-Ornitorrinco.

Una voz de fémina lo despertó de aquel absurdo sueño. Miró hacia arriba. Una blanca sonrisa le aguardaba.

- ¿Qué? - acertó a balbucear.

- Animal, doce letras, empieza por O y acaba por O. Ornitorrinco. - volvió a sonreir, mientras la bandeja llena de platos, temblaba encima de su brazo.

Volvió a mirar el papel, para comprobar que aquello encajaba. Cuando alzó la mirada, de nuevo, Esperanza ya había desaparecido hacia la cocina, dejando en el aire aquel olor a flores frescas que a él tanto le gustaba.

El quería ser el dueño de sus sentimientos, de su corazón, de su alma... Pero de momento se conformaba con ir a la cafetería, mañana tras mañana, y pedir su consabida ración de patatas fritas, croquetas, huevo, y un café solo. Saber que vería su tierna sonrisa cada mañana, su brillante pelo recogido en una graciosa coleta, su escote generoso que le alegraba (les alegraba) las horas matinales... Solamente eso ya era la vida para él. No quería más. No necesitaba más.

Cuando se levantó a pagar, Esperanza estaba en la caja, cobrando.

-¿ Todo bien Don Emilio? Pues son 6 euros con cincuenta. Como siempre.

- Como siempré - asintió él, dibujando una media sonrisa en su boca.

Entonces ella, se acercó a él de repente, y muy, muy bajito, le susurró:

-Aunque no lo crea, señor Emilio, los crucigramas nunca se me han dado bien. Ni los de letras... ni los de personas.

Notó su aliento en su cuello. Y todo el cuerpo se le erizó. Se miraron durante unos segundos. Ella sonrería traviesamente. El dejó el dinero encima de la nota, y sin decir nada, se alejó. Sabía que ella lo estaba siguiendo con la mirada, lo presentía. Y antes de salir de la cafetería, se giró. Pero ella ya no estaba.

-Quizás mañana, quizás mañana...



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