martes, 12 de junio de 2012

Un mundo de hipócritas

Siempre me he considerado una persona sincera, creo que la sinceridad es la base de toda buena amistad y relación. Lejos de ser despiadada, me gusta llamar las cosas por su nombre, dentro de un contexto de buenos modales y educación. Me explico, puedo ver a una chica, por poner un ejemplo, cuyos tejanos no le sientan bien, pero, evidentemente, no le diré nada si no la conozco. Ahora, si ésta chica es mi amiga, me puedo permitir el comentario, es posible que lleve meses luciendo un tipo que no le hace justícia, por culpa de un maldito pantalón. También reconozco que he tenido épocas en que todo me ha "resbalado" más, y las palabras no han cruzado la franja de mi pensamiento. Pero últimamente, y supongo que debido a lo podrido que se encuentra todo (no creo que tenga que entrar en detalles), creo que ando un poco más tiquismiquis con según que cositas. Y, claro, esas pequeñas, pequeñitas ( vamos, que hay que mirarlas con lupa, oiga)  "verdades" molestan. Es natural, de ahí tenemos el dicho "las verdades duelen". Pero me revienta el higadillo que personas que publican abiertamente, es más, divulgan, que la transparencia, claridad, franqueza tienen que ir por delante de cualquier cosa, se molesten ante mi verdad. ¿Entonces? ¿Por qué no jugamos todos a lo mismo? ¿Qué diafanedad hay en todo esto?

Y no, no se trata de saber cual es el límite de la pura verdad o no, eso cada uno lo gestiona como puede/quiere/le dejan. Se trata de no ser mojigatos.

Prediquemos con el ejemplo, coño.