viernes, 21 de octubre de 2011

En el nombre del nombre

En un año sin enumerar, cuando las personas aún no habían desarrollado el gusto por adueñarse de lo inmaterial —como el tiempo, digamos—, un hombre dejó de responder al llamado de “¡Hey!”, compartido por todos. Quiso para sí un nombre propio; pasando de la nada a ser Adán. Ahora era especial, único, pero eso de “único” le producía cierto temor por tener que enfrentarse solo al cómo reaccionarán. Buscó a su pareja, que estaba donde siempre, contemplando a una hermosa ave. ¿Eva? Fue el nombre que aceptó. La minúscula humanidad, encolerizada por la incomprensible traición y desprecio a las costumbres colectivas, lo condenó al exilio junto a su mujer. Tuvieron que abandonar las tierras fértiles e internarse en el desierto. Sin embargo, en lugar de tristeza o preocupación, Adán fue invadido por un entusiasmo apoteósico, dándole vueltas a la idea de crear un pueblo con las leyes y tradiciones que él mismo inventaría. ¿Pero cuál sería el origen de ambos? Eva, con el propósito de que su marido pusiese los pies sobre la tierra, le propinó un codazo en la costilla. Esta historia es de http://www.nocuentos.com/ Y está escrita por http://www.rafaelrvalcarcel.com/

jueves, 6 de octubre de 2011

El eterno verano

Pese a haber entrado hace ya varios días, en la estación de otoño, el verano no lo ha dejado pasar y está ahí, empujando la puerta que muy bien franquea nuestra estación de las calores. Todo el mundo va en manga corta aún, ves a la mayoría de las chicas con shorts y sandalias, los colores siguen vivos y las hojas de los árboles todavía no han empezado a caer. Aún cuando las horas de sol y de luz, van menguando a la par, como unos viejitos hermanos, es increible el ambiente de verano que todavía se respira por las calles. Pero la gente sabe que no, que todo ha cambiado. Los adultos han vuelto a zambullirse de pleno en sus trabajos, los niños van al colegio, y los abuelos pasan a ser "más abuelos" que nunca. Excepto para una servidora, que, prácticamente no ha notado ningún cambio de ciclo vital. Sin una vida laboral por medio que me mantenga ocupada, mi verano particular se me antoja más largo que ningún otro vivido. Con 28º de máxima en mi ciudad y diría que también en mi piel, sigo tomando gazpacho a la hora de las comidas, asistiendo con horror a picaduras de mosquitos, y acostándome a las tantas... Y mientras tanto, espero el día que con, el frío a flor de piel y el vello de punta, me pueda levantar a cerrar la ventana de mi habitación.