jueves, 18 de septiembre de 2014

El defecto del cielo

Hacía rato que lo estaba observando... Le gustaba como se ajustaba las gafas cada dos por tres, a pesar de su insistencia de llevarlas a la óptica para que le arreglaran el problema. Le gustaba como los mechones de su pelo le caían sobre la cara. Le gustaba como parecía que bizqueara cuando estaba leyendo. Le gustaban todas y cada una de las imperfecciones de su cara: cada poro, cada manchita...

Volvió la vista.

Fuera, en la calle, la tormenta que acaecía parecía hacer esfuerzos propios por superar aquella que ella tenía en su cabeza. La rama del árbol golpeaba contra el cristal, en perfectos,casi musicales, segundos. Se acomodó la manta que rodeaba su cuerpo. De repente sintió que le faltaba el aire. Su garganta se secaba por momentos, y una tremenda jaqueca comenzó a azotarle la cabeza. Abrió un poco la ventana, dejando pasar una bocanada de aire frío, acompañado por pequeñas gotitas de lluvia que salpicaron su cara. Cerró los ojos, intentando no imaginar, no pensar en nada. Y sobre todo, no pensar en aquel futuro que ella tanto temía.

Una semana. Había pasado solamente una semana. ¿Por qué? Lo amaba en lo más profundo de su ser y sin embargo...

- Pero... ¿qué haces? - dijo él levantándose del sofá.

La abrazó con fuerza por detrás, ajustando aún más la manta a su cuerpo.

- ¿No tienes frío? Vas a pillar un resfriado!!!!
- No, no, está bien así.
- ¿Por qué no vienes conmigo al sofá? Estarás más cómoda.
- En breve creo que despejará. Estoy esperando para ver el defecto del cielo.
- ¿El defecto del cielo?  Cuando te da por ponerte poética!!! - dijo él en tono burlón.
- Claro! Todos tenemos nuestros defectos, el cielo no iba a ser menos... Mira, mira, por allí... ves? - dijo señalando.

El se agachó y acercó a ella, intentando seguir el rumbo de su dedo.

- ¿Lo ves? Son las estrellas.