sábado, 22 de diciembre de 2012

Tanto por hacer

Todavía me queda tanto por hacer, tantas cosas pendientes en mi agenda mental, que yo misma me olvido, a veces, de las más importantes.

Me quedan tantos besos y abrazos que regalar. Tantos amaneceres y atardeceres que compartir, que disfrutar. Tantas lunas que ver, y tantos soles a los que sonreir!

Me quedan tantos zapatos de taconazo que probarme, que comprar. Tantas zancadas, con estas largas piernas, que dar. Tanto camino que recorrer con zapatillas, calcetines o descalza.

Me quedan tantos sitios por ver, y tantos sitios a los que quisiera volver a visitar, aquellos que me han dejado casi si aliento con solo mirarlos. Y tantos, tantos kilómetros que recorrer con mi ya viejito coche. Espero que sean muchos más.

Me quedan tantas carícias que regalar a mis gatos, y muchas otras tantas (muchas, muchas más) que recibir por su parte. Y tantas broncas que pegarles cuando han hecho algo que no me ha gustado!

Me quedan tantas personas por ver, pero sobre todo, por conocer. Para compartir, intercambiar, reir, aprender...

Y tantas, tantas fotos que retraten todas esas cosas que, aún,  me quedan por hacer.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Gastitis aguda

Bienvenidos a las fiestas más forzadas de la historia. A las fiestas del consumismo. A las fiestas del comprar por comprar, porque toca. Gastar y gastar. Es lo que nos han mandado. Ya no sirve reunirse en familia y comer lo que hay en la nevera. No. Hay que ponerse hasta las trancas de todo, y cuanto más caro mejor. Pero que, sobre todo, sobre, sobre, y sobre. Que luego te tengas que tomar un Almax de lo mal que te encuentras. Bienvenidos a las fiestas del no sé que comprar, y recibir un regalo inútil que vas a arrinconar ahí, pero sí, agradeces porque te fue comprado como regalo de Navidad. Gastar por gastar porque la tele lo dice, los anuncios lo dicen en todas partes, El Corte Inglés lo dice: "venga, entra, bonito, déjate aquí un cuarto de tu mensualidad, o más, ¿a qué estás esperando? No lo dudes más, emborrégate, y gasta, gasta, gasta, aunque no sepas por qué". Luces por doquier, las calles adornadas, arbolitos y adornitos por todas partes. Es que todo invita, no lo puedo evitar.

La sociedad de consumo es mala, malísima. Pero en estas fechas más. A más gasto, más nivel de satisfación personal. Absurdo.

viernes, 26 de octubre de 2012

DESigual


Me da igual el helado en tarrina o en galleta
No me da igual un helado de fresa que uno de chocolate

Me da igual dormir en sábanas de seda o de algodón
No me da igual dormir sola que acompañada

Me da igual comer macarrones que spaguettis
No me da igual una salsa pesto que una al rochefort

Me da igual agua de colonia que perfume
No me da igual quedarme sin uno de ellos dos

Me da igual llevar o no llevar reloj
No me da igual no saber la hora

Me da igual que la gente que me odia no me hable
No me da igual que éstos sean injustos conmigo

Me da igual tener o no rosas por San Valentín
No me da igual vivir sin amor

Soy DESigual, como mucha, mucha gente....

Pero no estoy segura que esto me de igual...

jueves, 16 de agosto de 2012

Traidores

La gente suele decir que no le gustan los gatos, dicen que son traidores. La gente lo suele decir, porque el resto de la gente lo dice. Es gente que no ha tenido un gato en su vida, no saben lo que están diciendo. Después de haber vivido durante 4 años con dos de ellos (y espero sean muchos más) puedo asegurar que los gatos no son traicioneros, no señor. Lo que pasa es que el gato es una mascota lista, que sabe estar en casa de su amo, y la vez, sabe estar a la suya. Pero sí, un gato necesita compañía, necesita calor y carícias, además de alimento. Mucha gente dice que los gatos son traidores porque no te harán caso en casi nada de lo que les pidas, por mucho que insistas. Ellos saben que les estás pidiendo cosas, no, no son tontos, no vayamos a confundir. Son independientes, eso es todo. Al ser independiente, al no hacer caso, al vivir un poco a su aire, a eso, le llaman traición. Pues olé por ellos, porque saben convivir con los humanos, sin dejar de ser ellos mismos, y eso les hace ser una de las mascotas más especiales que pueda haber.

Dicen que los gatos son traidores, pero más traidor es el hombre, y parece que no se dice tan alto. La gente no querría un gato en su casa, querría un animal que manejar a su antojo, dominar y manipular. Tenerlo todo bajo control. Es la condición humana.

martes, 12 de junio de 2012

Un mundo de hipócritas

Siempre me he considerado una persona sincera, creo que la sinceridad es la base de toda buena amistad y relación. Lejos de ser despiadada, me gusta llamar las cosas por su nombre, dentro de un contexto de buenos modales y educación. Me explico, puedo ver a una chica, por poner un ejemplo, cuyos tejanos no le sientan bien, pero, evidentemente, no le diré nada si no la conozco. Ahora, si ésta chica es mi amiga, me puedo permitir el comentario, es posible que lleve meses luciendo un tipo que no le hace justícia, por culpa de un maldito pantalón. También reconozco que he tenido épocas en que todo me ha "resbalado" más, y las palabras no han cruzado la franja de mi pensamiento. Pero últimamente, y supongo que debido a lo podrido que se encuentra todo (no creo que tenga que entrar en detalles), creo que ando un poco más tiquismiquis con según que cositas. Y, claro, esas pequeñas, pequeñitas ( vamos, que hay que mirarlas con lupa, oiga)  "verdades" molestan. Es natural, de ahí tenemos el dicho "las verdades duelen". Pero me revienta el higadillo que personas que publican abiertamente, es más, divulgan, que la transparencia, claridad, franqueza tienen que ir por delante de cualquier cosa, se molesten ante mi verdad. ¿Entonces? ¿Por qué no jugamos todos a lo mismo? ¿Qué diafanedad hay en todo esto?

Y no, no se trata de saber cual es el límite de la pura verdad o no, eso cada uno lo gestiona como puede/quiere/le dejan. Se trata de no ser mojigatos.

Prediquemos con el ejemplo, coño.

jueves, 12 de abril de 2012

La Pesca

Mi padre era un gran aficionado a la pesca, le encantaba. Cogíamos el coche y nos íbamos a cualquier playa del Maresme a pasar el día. Ibamos cargados de cosas: sombrilla, toallas, cubos, ropa de recambio, la nevera con bebidas, comida, y, por supuesto, las cañas de mi padre, pulcramente plegadas. Recuerdo que casi siempre parábamos en el pueblo de Montgat, donde compraba cebos vivos (gusanos), a mí siempre me daban mucho asco. Cuando ya atardecía, y la gente empezaba a marcharse, mi padre montaba las cañas, había veces que ponía hasta 3. Mientras tanto, mis hermanas y yo seguíamos jugando en el agua, poco nos importaba que se estuviera marchando el sol. Cuando algún pez gordo picaba, siempre nos gritaba para que fuéramos a verlo; en alguna ocasión había pescado hasta pulpos, entonces... era una fiesta!!!! Cuando nos vinimos a vivir muy cerquita de la playa, mi padre seguía pescando, pero, sin saber por qué, poco a poco lo fue dejando. Alguna vez le he preguntado por qué lo dejó, pero no sabe explicarme muy bien el motivo. Yo creo que el tener el mar tan cerca, el poder acercarse caminando cuando le apetecía, fue, precisamente, lo que le quitó emoción. La gracia estaba en coger el coche en familia, y todo el ritual que ello llevaba. Posiblemente irse solo era lo que no le gustaba. Yo solo sé que nunca he comido un pescado tan rico como aquel que sacaba mi padre de las entrañas del mar; ese día cenábamos como aunténticos reyes.

My telephone and me

Por unos momentos deseo que no tuviéramos teléfonos móviles. Como antes, cuando solo nos llamaban a través del teléfono fijo de nuestras casas, o del trabajo, si era algo urgente. Y todo el mundo sabía igualmente que estábamos bien. No pasaba nada, ya nos dejarían un mensaje en el contestador, si es que lo había, o quizás a la vuelta, viendo el número de teléfono grabado, devolveríamos la llamada, al volver a casa. Sí, acabo de volver, estaba paseando, plácidamente por la playa... Desearía no ser interrumpido constantemente a lo largo del día, a cualquier hora. Nos hemos creado la obligación de contestar: "Te he estado llamando y no me contestabas.." a veces te dice alguien con un tono que parece molesto. Suena el teléfono móvil y parece que el mundo se tiene que parar, para algunos, de hecho, el mundo deja de rotar. Comida en grupo, siempre llega algún instante en que cada uno coge el móvil y el espectáculo es digno de fotografiar, porque parece que pudiera hasta ser contagioso. Recuerdo, hace muchos años, cuando, en el pueblo de mis abuelos no había teléfono, solo una centralita. Se recibía la llamada y una persona corría a las casas a avisar que había una llamada. Ahora somos nosotros los que corremos para cogerlo, dejando, quizás, de lado, otras cosas más importantes.