domingo, 11 de mayo de 2014

Obituario

El día es bonito, un día de primavera. No hay flores ni plantas secas alrededor, como debería ser. Pero ya no me importa ver el Sol .

Llevo un pequeño cubo de tierra en la mano, y con la otra voy cogiendo pequeños puñados, echándolos suavemente, silenciosamente, como si ello tuviera que suceder. Trato de ver el color de mis prendas, pero no sé lo que llevo puesto.

De fondo oigo pequeños murmullos. Tampoco distingo qué llegan a decir esos murmullos. Probablemente pudieran ser palabras postizas, por eso no las puedo escuchar.

Me miro la mano izquierda. Tengo las uñas llenas de tierra negra por dentro. No importa.

Es como si esa sensación que me asaltaba, que el amor podía ser cosa de tres, ahora comenzara a  tomar forma y sentido. Un tres. Qué cosas.

Las palabras que él le dijo una vez, ella las volvió a usar. Las palabras que él usó alguna vez, también las volvió a usar. No eran palabras estrenadas, de primera mano, nuevas. Palabras rescatadas.

Todo había sido una bonita ilusión. De ensueño. Verdaderamente bonita. Con personajes sacados de románticas películas. Palabras espontáneas, que habían crecido desde dentro. Eso quiero pensar. Eso debo pensar. La protagonista de una utopía.

Y ahora, con cada palabra, con cada explicación, con cada gesto... estoy asistiendo al funeral y entierro de mi propia historia. Sin invitados. Si un día lluvioso. Sin viento que arrastra las hojas. Y sin música que te revuelve las entrañas. Yo soy la anfitriona. Eso es todo.

Un simulacro emocional. Señores, salgan por la puerta trasera, ordenadamente, y sin hacer ruido. En caso de obstrucción, siga manteniendo la calma. Eres ducha y competente. Tú sabes.

¿Me puedes decir cómo recuperar el pulso de mi vida tras haberte conocido?

¿Me puedes decir si algún día lo perdiste?

Creo que necesito otro cubo de tierra más...